COMPRO, LUEGO SIENTO

05/03/2020

"Pienso, luego existo", dijo el famoso filósofo René Descartes.

 

En psicología, nos hemos ocupado mucho de investigar el impacto que tiene en nuestro bienestar psicoemocional los diferentes fenómenos psicológicos provocados por nuestro pensamiento, emociones, conducta, la interacción con los demás y con nosotros mismos.

 

Y, por supuesto, la interacción con el entorno. No solo somos mente y pensamiento. También cuerpo y sistema nervioso (conjunto de células que regulan el funcionamiento del organismo). A través de los órganos sensoriales del cuerpo, la información del ambiente llega hasta el sistema nervioso y provoca alteraciones en la actividad eléctrica de las células que dirigen nuestras funciones motoras e impulsan nuestras capacidades cognitivas.

 

Esos cambios en la actividad eléctrica del sistema nervioso no necesitan ser pensados para existir. Se producen por la continua exposición a estímulos susceptibles de ser vistos, olidos, saboreados, escuchados o sentidos y que modifican procesos químicos muy influyentes para la psique y emociones. Todo lo que comemos, respiramos, tocamos y hacemos tiene cierto impacto sobre nuestro bienestar psicoemocional.

 

Y, por supuesto, en una sociedad en la que el rol de consumidor es muy muy activo, todo lo que compramos. La comida que hay en nuestra nevera, la ropa que nos ponemos, los químicos que nos echamos en el cuerpos (geles, colonias, maquillaje) e incluso los dispositivos eléctricos que usamos.

 

Con esta información no pretendo generar un sentimiento de paranoia en ti. Estamos expuestos a los estímulos y sustancias del ambiente y esa exposición es inevitable e, inevitablemente, a veces tendrá consecuencias más positivas o negativas, dependiendo de las características de la interacción. No podemos, simplemente, aislarnos en un búnker para así evitar sentirnos mal. Pero, lo que, quizá, sí que podemos empezar a hacer es, a la hora de comprar determinados productos, preguntarnos: "¿qué estoy comprando exactamente?".

 

¿Cuáles son las características del producto? ¿Es sano, es ecológico, tiene unos mínimos de calidad? Contestar a estas preguntas, a veces, puede llevar tiempo por requerir de un proceso de búsqueda de información. Y vivimos en la época de la vorágine de la celeridad: queremos hacer muchas cosas en muy poco tiempo. Cada uno ha de tomar consciencia de cuáles son sus prioridades y si prefiere vivir rápido... o vivir más.

 

Hablando de conciencia... Es posible que la pregunta que podamos hacernos a la hora de comprar no sea solo "qué" sino también "¿a quién?". Es decir: la empresa a la que estoy comprando este producto, ¿respeta los derechos humanos? ¿Y los de los animales? ¿Los del planeta? ¿Los de los trabajadores?

 

Es evidente el impacto positivo que puede tener para nuestro entorno (nuestro mundo) que cada vez haya más consumidores que, antes de comprar, se hagan estas preguntas, pero, ¿puede llegar a tener un impacto positivo sobre nuestro bienestar psicoemocional?

 

Eres más que consciencia, más que mente. Pero también eres mente. No solo eres un cuerpo y unas células que provocan electricidad y cambios químicos. Gracias a la información recibida por el ambiente y los efectos sobre tu sistema nervioso, tu cerebro funciona, y aparecen capacidades cognitivas como la percepción, atención, memoria, comprensión y resolución de problemas. No solo somos un organismo que recibe información del ambiente. La interpretamos.

 

Y, gracias a eso y a nuestra capacidad de inventiva, las sociedad avanza. Entonces, hoy día, hay muchas personas que son capaces de reflexionar y empatizar con el sufrimiento colectivo, lo cual les permite actuar para tratar de paliar ese sufrimiento, de muy diversas maneras. Hoy día, cada vez hay más personas conscientes del impacto negativo que nuestro tipo de consumo provoca en los demás y en el mundo.

 

En psicología existe un concepto conocido como disonancia cognitiva y que se refiere a una tensión psicológica o pérdida de armonía interna, debido a que una conducta choca con una creencia del sistema de valores del individuo. Cuando actuamos conforme a lo que pensamos que está bien, nos sentimos bien, y cuando no actuamos conforme a lo que pensamos que está bien, no nos sentimos tan bien.

 

Si me considero ecologista pero pongo la calefacción a tope en invierno...

 

Si estoy en contra de la explotación laboral pero compro ropa fabricada en el Tercer Mundo bajo regímenes esclavistas...

 

Si soy amante de los animales pero compro comida hecha por empresas cárnicas que los maltratan hasta niveles de crueldad inimaginables...

 

No pretendo atormentar tu conciencia con este post. Todos vamos a hacer siempre algo que va a tener un impacto más o menos negativo sobre nuestro entorno, no somos perfectos ni podemos aspirar a ello. Pero, si empezamos a preguntarnos "¿a quién le estoy comprando?" y, una última pregunta: "¿necesito comprar esto?" (ya que el consumo desaforado también tiene un fuerte impacto negativo), y actuamos en consonancia con nuestro sistema de creencias y valores, entonces, quizá, consigamos reducir buena parte de ese impacto.

 

En definitiva:

 

CONSUMO CONSCIENTE Y RESPONSABLE

 

No solo porque sea bueno para el planeta y los demás sino, por todo lo explicado, porque también puede ser muy bueno para nosotros mismos, para nuestro bienestar, para nuestra felicidad.

 

Escribo un post cada semana para ayudarte (y ayudarme a mí mismo) a empoderarte en tu propio proceso de crecimiento personal. Y nada otorga más poder que la información. Por ello, aquí te dejo algunos enlaces de guías y empresas en Málaga (de donde soy y trabajo), y del resto de España, que se dedican a la agricultura ecológica, a la moda sostenible o a la banca ética. Pero, solo son algunos ejemplos. Te animo a iniciar y desarrollar tu propio proceso de investigación e información y, por tanto, de empoderamiento, para encontrar aquellas tiendas, negocios y empresas que se ocupan en tu comunidad (o fuera de ella, gracias a la venta online) a ofrecerte productos más sanos, justos y sostenibles.

 

Al-Huerta: agricultura ecológica y más, en Málaga.

 

Veganized: ropa orgánica y sostenible, en Málaga.

 

La Fibra Sensible: moda sostenible en Granada.

 

Fairphone: un móvil que respeta al planeta y a los trabajadores.

 

Guía de consumo responsable del Ayuntamiento de Málaga.

 

Un libro con pautas para el consumo responsable: Al borde de un ataque de compras.

 

Grupo a Grupo: la web de los grupos de consumo y productores ecológicos de España.

 

Triodos Bank: la banca ética en España.

 

 

Y, si tienes más tiempo, no dejes de ver esta charla. De esas cosas que pueden cambiarte la vida:

 

 

Nosotros, los consumidores, tenemos el poder. El poder de decidir qué comemos, qué vestimos, qué usamos... para gobernar nuestro bienestar y ayudar, cada uno desde su pequeña parcela, a hacer un mundo mejor y más colectivamente feliz.

 

Qué bonito término ese. Felicidad colectiva. No por nada, no somos solo cuerpo, sistema nervioso, mente... sino organismos que forman parte de un sistema, de una colectividad en continua interacción...

 

... ¡y transformación!

 

Cuestiona, como siempre, todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.

 

Si te gustó el post, por favor, no te lo quedes solo para ti, compártelo con tu colectividad. ;)

 

Y recibe, cómo no, ¡este abrazo!

 
 

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