¿POR QUÉ NOS APEGAMOS TANTO?

30/08/2022

El apego es una vinculación afectiva intensa y duradera que se puede establecer entre dos o más personas, también entre una persona y un objeto (coche, casa) o incluso con una idea (libertad, vida, ser de izquierdas o de derechas).

 

Desde una perspectiva psicobiológica, nos apegamos buscando seguridad. El bebé ve a sus padres como figuras de apego en tanto en cuanto le proporcionan una presencia incondicional que necesita para sentirse seguro en el entorno.

 

El problema se da cuando, ya de adultos, buscamos una seguridad que solo creemos que necesitamos, dando lugar a relaciones dependientes con una persona, grupo u objeto. Relaciones que pueden ser nocivas y aún así mantenidas en el tiempo porque la persona sigue creyendo que necesita esa seguridad que le proporciona la figura de apego, sea esta la pareja, un grupo de amigos o un club de fútbol.

 

En realidad, todos necesitamos, en cierta medida, esa sensación de seguridad. Cuando el bebé se desarrolla de forma óptima, el adulto poco a poco va soltando el vínculo afectivo que le une a sus progenitores. No es que la relación acabe, no es que se dejen de querer, pero el vínculo se transforma y ya no hay dependencia. Se transforma. Pero puede ser que durante ese proceso de desapego se generen inseguridades en la persona. No me he hecho seguro de mí mismo, no he fortalecido mi autoconfianza. Y necesito algo o alguien que lo supla.

 

A veces, y esto es una reflexión personal, pienso que nos apegamos tanto y tanto a alguien porque es una válvula de escape. ¿Y de qué queremos escapar? De nuestras carencias, de nuestros problemas, de nuestros miedos... ¡De nosotros mismos! No me doy yo mismo la seguridad que siento que necesito, y escapo hacia los brazos de otra persona para sentir esa seguridad o para no sentir la falta de una seguridad que no veo en mí.

 

Pero no se trata de escapar. Se trata de construir. Construir sobre nuestros propios cimientos, no los del otro. Construir confianza y compasión hacia uno mismo. En la medida en que crea en mí, en que soy capaz de afrontar y superar los pequeños y grandes retos que la vida me vaya poniendo, a veces solo y aprendiendo sobre la marcha, a veces con ayuda, estaré construyendo confianza. Y en la medida en la que sea capaz de aceptar que puedo fallar, equivocarme, fracasar y, también, superar todo eso y aprender de ello, entendiéndolo como algo que forma parte de mi condición de ser humano y, por tanto, de persona vulnerable, estaré construyendo compasión.

 

Construir, al fin y al cabo, una vida y su manera de vivirla, con sus limitaciones, por supuesto, pero que me acerque a esa paz y alegría que pretendo que abunden en ella. No escapar, refugiándome en otro u otros, sino construir mi vida y mi identidad usando mis propios cimientos.

 

Y es que aprendemos sobre la marcha que no venimos al mundo a sentirnos seguros sino precisamente a fluir en un mar de incertidumbre y hacerlo lo más cómodo posible. Cuando alcanzo ese nivel de consciencia, cuando entiendo que no necesito la aparente seguridad, permanente y absoluta, que atribuyo a otros, entonces me hago libre de las cadenas de los apegos que empujan a relaciones dependientes...

 

... y podemos amarnos de una manera más sana y auténtica.

 

Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.

 

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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para el resto del mundo. También tengo un libro, La Dictadura de la Felicidad.

 

¡Y sin apego pero con mucho amor, recibe este abrazo!

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